jueves, 15 de enero de 2015

Quizás el amor...

Las sombras del destino acechan. Y la edad, tempestuosa y a veces insolente, palpita ante el ser indomable de mis veinticinco. A veces maduro. Otras quizás, ante la inocencia del niño que pasaba las tardes en Castelar.

El caso es que las agujas del reloj avanzan a paso de gigante. Y las ganas de vivir y descubrir y conocer y seguir viviendo, lo hacen por vías de alta velocidad. Y a veces dudo entre llevar maletas o dejármelas olvidadas en la estación.

A veces abro las cremalleras y cojo lo necesario. Lo miro, lo disfruto y lo vuelvo a guardar; otras, sin embargo, pongo el candado y las guardo en el trastero de una casa que, en ocasiones, se me cae encima.

¡¡Pero bendita juventud!! Benditos "mal de amores", benditas mujeres que nos dejan sin aliento mientras cruzan la calle mirándose en los cristales de los coches. Decimos que no sufrimos y ponemos cara de "no hay dolor" cuando nos preguntan si hay alguien que nos deje sin almohada en noches de fin de semana.

Esas chicas que hoy te dicen que si sabiendo que mañana será un no. De esas que con una copa de vino y un vestido, consiguen que te tropieces y acabes en sus pies. Esas que al salir a bailar siempre acaban pisándote los pies.

Y es que la vida debería de ser como el baile, porque cuando bailas, tú propósito no es llegar a un lugar determinado de la pista de baile, sino disfrutar al máximo de cada paso de baile.

Nunca sabes que el día más importante de tu vida es el día más importante de tu vida. No hasta que está sucediendo. Es imposible reconocer que es el día más grande hasta que te encuentras a mitad de él. Es ese día en el que te comprometes con alguien o con algo, en el que te rompen el corazón, en el que conoces al amor de tu vida, o el día en el que te das cuenta de que nunca hay suficiente tiempo porque quieres vivir para siempre. Esos días son los grandes. Esos días son perfectos.

En definitiva, existen tres reglas muy simples para la vida: si no vas a por lo que quieres, nunca lo conseguirás; si no preguntas, la respuesta siempre será no; y si no das un paso hacia adelante, siempre estarás en el mismo lugar. Porque si piensas que la aventura es peligrosa, te animo a que pruebes la rutina. Verás que es mortal.

Porque aunque te parezca imposible, todo este tiempo he estado pensando que éramos extraños, y resulta que nos conocíamos de forma intuitiva, hasta en los huesos y en la propia sangre. Se puede decir que era romántico. Catastróficamente romántico. Pero tranquila. No te pediré matrimonio. Al menos, de momento.

Por todo esto, mi única salvación en este mar de temporales es saber que la juventud es una enfermad que se acaba curando con los años. Eso, y saber que "imposible" es sólo una opinión.

Porque quizás los poetas tengan razón. Quizás el amor sea la única respuesta.


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