miércoles, 19 de noviembre de 2014

A pleno pulmón, amor.


Fue una dama valiente que quemó en la hoguera mis versos cobardes.
En aquella playa del viento nos llovió.
Y al mojarse un te quiero y al vestirse de nuevo, sonrió.

Si hubiese dos muriendo de amor
en este mismo momento
ya valdría la pena revivir este cuento en su honor.

Creí que nuestra historia era distinta
hasta que a las diez de la mañana susurró:
"Ponme otra copa, si no tienes te la inventas".

Nos quedaban ocho horas y poco ron.
Y empecé a sentir la culpa por mentirla y acusarla
de seguirme en aquel prohibido amor.

No me dio la gana de cerrar la herida y la esperé.
Aún a sabiendas de que en la tierra prometida
ya no había ni oro ni fe.

Tengo un corazón, tan leal a ti, que duele.
Y es que entre el bien y el mal estamos siempre tú y yo.
Y aquel lamento que recorría la bahía ya no volvió.

Al primero intenté no sentir nada.
Al segundo ya escribí te quiero amor.
Susurrando en sueños me dijiste: "Y yo".

Y al despertar me sequé la rabia a la almohada.

Vivimos dos historias diferentes.
Olvidaste tú canción entre la gente.
Entonaste un hasta luego y era adiós.

Ni podría olvidarte, ni tampoco quiero.
A veces, un punto final son tres puntos suspensivos.
A veces, un punto y a parte un "hasta pronto, amor".

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