martes, 12 de enero de 2016

Nuestro tóxico letargo.

El mundo se despedaza.
Y nosotros con el.
Vivimos en un descorazonador suicidio permanente.
Presos del televisivo zarpazo de la más burda vulgaridad.

Creo a pies juntillas en la mediocridad del ser.
Siempre del humano.
En su astuta inteligencia para tropezar con la misma piedra.
En la pérdida de valores.

Creo en la moral como tarjeta de visita.
En que, cada vez, tienen más sitio los idiotas.
En que hay algo de bondad entre toda esta miseria.
En Dios.

Miro al mundo y me siento como un triste peón de ajedrez.
Olvidado en un rincón del tablero mientras a mi espalda, la batalla.
Permanezco erguido y me pregunto:
¿Quedará algún rey vivo al que servir?

"Y es que la historia sólo está muerta para los imbéciles.
O para los que gallean de nación pero no comparten la palabra.
Aldeanos que por defender su memoria, niegan la de otros.
La memoria que por lo general, común es casi toda".

El mundo.
Y su historia.
Algo así como la "Primavera de Vivaldi" silbada por Jack el Destripador en plena faena.
En tono bajito, casi íntimo

Madaya muere de hambre.
Africa de sed.
El mundo se hunde y no quedan más que unos pocos vestigios de ingrata humanidad.
Porque triunfamos, sí. Pero siempre habrá un iceberg esperando a su Titanic.

Vidas aún por descubrir ahogan sus esperanzas en macabras singladuras.
Fanatismos que matan en nombre de dioses que no existen.
Vidas truncadas por cheques al por mayor.
Tierras en las que es más importante comer que respirar.

¿Cuál es el motivo? ¿que soy cristiano?
¿Acaso el cristiano no tiene órganos,sentidos,pasiones?Si lo pinchan ¿no sangra?
¿No tiene calor en verano y frío en invierno? ¿No se ríe si le hacen cosquillas?
Si nos hacéis daño ¿no nos vengaremos?

El mercader de Venecia. Shakespeare.
Donde el acreedor era judío. Y las deudas libras de carne.
El teatro ya no es tal y ahora, la sangré corre a raudales.
Porque siempre habrá Torres Gemelas de NY, "Troyas" y caballos de madera, bárbaros y también Constantinoplas.

Pero siempre nos quedará París.
Y el amor.
Aunque "Je ne suis pas Paris".
Yo sólo soy de mi padre y de mi madre.

Dice mi sombra que ya no nos parecemos.
Que por más que me sigue, no cuadra el paso.
Que ahora encajo con otra.
Que tiene celos, dice.

Tendré que regalarle una margarita.
Pero sin pétalos.
Para que nunca sepa si la quiero o no.
Para que dude.

Como, a veces, lo hago yo pero de este enfermo mundo.

"Lo siento por los que te usan de trinchera.
Por los que no entienden que giras en círculos.
Por los que no ven que te alejas y vuelves,
como una noria que mira al cielo".







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