viernes, 29 de julio de 2016

Fue un placer.

Se desnudo en frente de mi de la manera más erótica posible.
Sin tapujos.
Se desabotonó los prejuicios.
Se quito los miedos.
Se dejó ver los recuerdos.

...

Pero no fue su desnudez.
Fue sólo el placer de haberla probado.

...

Y aunque esa fue la primera vez que hicimos el amor, hacía mucho tiempo que veníamos haciéndolo.
Amor con miradas, con sonrisas, con roces, besos a escondidas. Amor del que pinta tatuajes y deja cicatrices. De esos que duelen en la piel.
Amor de los que hay que vivir hasta morir. Si, amor así. Amor del nuestro, amor del bueno.

A bocanadas.
Al tirón y por derecho.

Tenía mucho de lujuria en sus labios.
Me encantaba besarnos. Pero no en privado.
Los espectáculos como ella lucen más en abierto.
Y el mundo era mejor contigo ahí afuera.
Bailando.

Y que me queme tu piel como el sol lo hace con la tuya en la arena del puntal.
Pero que jamás lo hagan tus palabras.

Y es que lo peor del amor cuando termina son las habitaciones ventiladas.
El sístole sin diástole, sin dueño.
Condenar a la hoguera los recuerdos.
Las golondrinas muertas sobre la almohada.

Cuando al punto final de los finales,
no le queda un par de puntos suspensivos.

Y es cierto que podría ponerme digno y decirte:
"Toma mi dirección cuanto te hartes de amores baratos de un rato...me llamas".

Porque aún a sabiendas de que todo era un error...
Fue un placer cometerte.

martes, 26 de julio de 2016

Consejos de una madre.

- Ella tenía razón. Nunca se veía bonita. Se veía como si fuera arte, cuando el arte nada tiene que ver con verse bonito. El arte tiene que ver con hacerte sentir algo. Y, naturalmente, cada uno tenemos nuestros propios "algos".

-¿Era guapa?
- No lo sé, pero se comportaba como si lo fuese.
-¿ Era elegante?
- La elegancia sólo es alguien que no pretende ser más de lo que realmente es. Y recuerdo que ella, siempre sonreía como si pidiera permiso. Y yo siempre se lo daba.

-¿ Y cómo me ves tú a mi?
- Como un misterio.
- Ese es el cumplido más raro que me han hecho nunca.
- No es un cumplido. Es una amenaza.
- ¿Y eso?
- Los misterios hay que resolverlos, averiguar qué esconden.
- Pues a lo mejor te decepciones al ver lo que hay dentro.
- A lo mejor me sorprendo. Y tú también.

Y es que llega un momento en que es necesario abandonar las ropas usadas que ya tienen la forma de nuestro cuerpo y olvidar los caminos que nos llevan siempre a los mismos lugares.
Es el momento de la travesía. Y, si no osamos emprenderla, nos habremos quedado inevitablemente al margen de nosotros mismos.

¡Vive, joder! ¡Vive!
Y si algo no te gusta, ¡cámbialo!
Y si algo te da miedo, ¡supéralo!
Y si algo te enamora, ¡agárralo!

Porque "tengo que", nunca es un buen comienzo. No hagas nunca nada que empiece con esas palabras.

Porque quién sabe si el recuerdo puede realmente prolongar las cosas, entrelazar de nuevo sus piernas, abrir de nuevo las ventanas de aquella habitación en la madrugada, peinar su cabello después de un baño en el puntal, resucitar su olor, su tacto,su piel.
Aunque el día que se fue, entendí que no la volvería a ver. Iba teñida de rojo por el sol de la tarde, por el crepúsculo ensangrentado de aquel cielo color carmín. Sonreía.

Porque en mis años más jóvenes y vulnerables, mi madre me dio un consejo: "siempre intenta ver lo mejor de la gente".

Y en esas estoy. Intentando vislumbrar, al menos, la silueta de aquella que ya se fue.