Las cartas de amor se empiezan sin saber qué decir y se
terminan sin saber qué se ha dicho, pero esta no es una de ellas.
Tampoco es ningún deseo de
pretensión desmesurada.
Te conocí pero soy aburrido.
Me dices que sí, para luego enfadarte y que sea que no.
Me hablas de tus
conversaciones.
Te digo que no me importa cuando en realidad me
gustaría invitarte a bailar.
Tenemos
una cena pendiente y a medias.
Tengo,
porque en verdad no sé si tú también lo quieres tener.
No sé cómo
eres realmente. Lo único que intuyo es lo siguiente:
Algunas
personas son capaces de sentir la lluvia. Otras sólo se mojan.
Pues tú,
intuyo, eres de las primeras.
Y quizás,
la mitad de tu belleza sea tu extraña manera de pensar.
Y que no
todos los que andan sin rumbo fijo se pierden. Para muestra, un botón
Sabes mi
nombre, pero no mi historia.
Has oído
lo que he hecho pero no por lo que he pasado.
Sabes dónde
estoy, pero no de donde vengo.
Me ves
reír, pero nunca me has visto llorar.
Sólo
conoces el amable capítulo de una historia que hace ya 28 años empezó a
fraguarse.
No me
juzgues y pregúntame.
Porque al igual que posiblemente
tú seas una gran historia.
Seguramente yo sólo sea un buen lector de ella.
Seguramente yo sólo sea un buen lector de ella.
Me gusta
la gente que aparece por sorpresa.
Que no
suena a campanas.
Aquellas
que descubres esperándote una mañana de frío bajo un portal.
Aquellas
de las que te inquieta su olor.
Aquellas
de las que piensas…”ya veremos qué pasa al mirarnos”.
Quien me
conoce sabe que no es fácil hacerlo:
Por eso
muchos huyen al principio.
Por eso
los pocos que lo consiguen, se quedan para siempre.
Nunca
dejaré sin casa a aquel (prefiero aquella) que llega a mi atravesando bosques
de lenguas extintas.
Dices que
prefieres ser de las que van sin escoba.
Yo preferiría
que fueses de las que dan oportunidad y no portazo.
Nos
miramos de reojo. Me acerqué.
Me dijiste:
“No lo intentes”.
Te
respondí que no estaba buscando lo que tú no querías encontrar.
Lo que yo
sólo quería era aprenderte.
Porque cuando las prioridades están claras, las decisiones se vuelven fáciles.
Menos contigo.
"Porque la belleza que atrae, rara vez es la misma que enamora".
Chapeu, Sophie!
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