viernes, 8 de diciembre de 2017

A veces el paraíso es apoyar la cabeza en el hombro correcto.

Las cartas de amor se empiezan sin saber qué decir y se terminan sin saber qué se ha dicho, pero esta no es una de ellas.

Tampoco es ningún deseo de pretensión desmesurada. 

Te conocí pero soy aburrido. Me dices que sí, para luego enfadarte y que sea que no.
Me hablas de tus conversaciones.
Te digo que no me importa cuando en realidad me gustaría invitarte a bailar.

Tenemos una cena pendiente y a medias.
Tengo, porque en verdad no sé si tú también lo quieres tener.

No sé cómo eres realmente. Lo único que intuyo es lo siguiente:
Algunas personas son capaces de sentir la lluvia. Otras sólo se mojan.
Pues tú, intuyo, eres de las primeras.

Y quizás, la mitad de tu belleza sea tu extraña manera de pensar.
Y que no todos los que andan sin rumbo fijo se pierden. Para muestra, un botón

Sabes mi nombre, pero no mi historia.
Has oído lo que he hecho pero no por lo que he pasado.
Sabes dónde estoy, pero no de donde vengo.
Me ves reír, pero nunca me has visto llorar.

Sólo conoces el amable capítulo de una historia que hace ya 28 años empezó a fraguarse.

No me juzgues y pregúntame.

Porque al igual que posiblemente tú seas una gran historia.
Seguramente yo sólo sea un buen lector de ella.

Me gusta la gente que aparece por sorpresa.
Que no suena a campanas.
Aquellas que descubres esperándote una mañana de frío bajo un portal.
Aquellas de las que te inquieta su olor.
Aquellas de las que piensas…”ya veremos qué pasa al mirarnos”.

Quien me conoce sabe que no es fácil hacerlo:
Por eso muchos huyen al principio.
Por eso los pocos que lo consiguen, se quedan para siempre.
Nunca dejaré sin casa a aquel (prefiero aquella) que llega a mi atravesando bosques de lenguas extintas.

Dices que prefieres ser de las que van sin escoba.
Yo preferiría que fueses de las que dan oportunidad y no portazo.

Nos miramos de reojo. Me acerqué.
Me dijiste: “No lo intentes”.
Te respondí que no estaba buscando lo que tú no querías encontrar.

Lo que yo sólo quería era aprenderte.

Porque cuando las prioridades están claras, las decisiones se vuelven fáciles.
Menos contigo.

"Porque la belleza que atrae, rara vez es la misma que enamora".
Chapeu, Sophie!

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