domingo, 2 de diciembre de 2012

De esa noche han pasado ya 14 años.




Recuerdo a papá en la puerta del colegio con su gabardina beige de Burberrys. El hecho de que aquel día triste, lluvioso y gris me hubiese ido a buscar al cole en compañía de mi hermano era que algo excepcional había ocurrido o iba a ocurrir. A los pocos minutos supe que lo excepcional se había consumado ya. La cara de tristeza de mi hermano indicaba que a lo excepcional ya consumado, habría que sumarle la categoría de doloroso.
Nos montamos en "Potato", el Citröen Xsara que hacía pocos meses nos habías regalado, y las palabras de mi padre fueron, textualmente: " Juan, hijo, tenqo que contarte algo pero tienes que prometerme que no vas a llorar delante de mamá". Yo le dije: "¿Papá, qué pasa?. Y el contestó: "Juan, la abuela Tatá se ha muerto".
Todavía recuerdo aquel sentimiento de dolor y de amargura tan insondable. Se había ido, y para siempre, la abuela Tatá. La mujer más maravillosa del mundo. La mujer a la que desde ese día juré amor eterno y a la que, por supuesto y todavía hoy, se lo sigo profesando.

Me acuerdo de como todas las noches a las 22:00 hablábamos por teléfono antes de acostarnos. Recuerdo como la noche del 2 de Diciembre de 1998 te llamé como todas las noches, pero esa noche no hubo nadie al otro lado. "Estará ya en la cama" - me dijo mamá. Ese día fue el último día que estuve contigo, aunque sé que no ha pasado ni uno sólo desde entonces sin que tú no hayas estado conmigo. De esa noche han pasado ya 14 años y no hay un momento en el día en el que no me acuerde de tu sonrisa y de tu vestido de lunares.

Pero al igual que yo prometí no llorar (y no lo pude cumplir), prométeme tú, abuela que nunca me dejarás solo. Nunca.

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