jueves, 5 de septiembre de 2013

Una llamada...




A veces cuando rezo es como si Dios estuviese en todas partes. Cerca de mí.

Tan cerca que no me gusta decir amen. Decir amén es como si terminase una conversación telefónica con El.

Así que digo yo que sería estupendo si, en vez de colgar el teléfono, pudiésemos dejarlo descolgado para siempre. Así, cada vez que nos acercásemos al teléfono para escuchar, escucharíamos a Dios respirando al otro lado.

Porque la Fe es la certeza de lo que se espera y la convicción de lo que no se ve.

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