lunes, 30 de diciembre de 2013

À bientôt.


Penúltimo día del año, sí señor.

Y aquí seguimos un año más. Más viejos, un poco más gruñones, con alguna cicatriz más como consecuencia de arrimar demasiado -como los buenos toreros- y con el corazón algo más...¿desengañado?

Sea como fuere y sea cómo hemos llegado hasta aquí, el caso es que cerramos cuentas con el 2013. Hacemos balance, pero ésta vez a 30 de Diciembre.

Un año de promesas (como casi todos), de reencuentros, de estudio (y mucho), de verano con desengaño y desenlace fatal -como aquella peli mala del ´87-, de bloqueos, desbloqueos y tiro porque me toca, olé tú.

Un año de crisis (otro más), de viajes en balde, de Semanas muy Santas (gracias por venir), de comidas en El Puntal, de lloros, alegrías y frías despedidas en las que dije adiós a un tren vacío -al menos de ti-.

El caso es que la memoria -a veces más lista que un servidor- siempre acaba reuniendo las mejores piezas -aunque alguna no acabe de encajar bien- para así conformar un puzzle de recuerdos que revividos me hacen sonreir. Y con eso me conformo.

A éstas horas pero en otro tiempo pensaba en quién, por aquel entonces, debía. Supongo que fuese recíproco. Y supongo, que nunca fue asegurar.

Reconozco que me he vuelto algo más desconfiado, mucho más reflexivo y absolutamente YO. Pero gracias a ti, sigo siendo ese chico al que no hace tiempo describiste como "Juan, te haces querer, y mucho". Y sí, gracias a ser así, duermo tranquilo.

El equilibrio es imposible -cantaban "Los Piratas"- y nunca la perfección se hizo completa, pero al menos sé -o intuyo- que hallá por dónde he pasado -lugares, rincones y vidas- lo hecho tal y como lo hice contigo. Y si estoy equivocado, házmelo saber mediante correo postal -en el whatsapp estoy bajo arresto domiciliario-.

Adiós al 2013. Adiós a aquellos/as -insisto con el género, perdón- que decidieron viajar sin maleta de recuerdos.

Este es el último post del año.

Fue bonito mientras duró.

Sed muy felices y que el 2014 sea el año de la recuperación. Pero no sólo de la económica.

Se Feliz R.

O al menos, inténtalo.

Pero recuerda, siempre en mayúscula.

Porque ésta será la última vez que te quiera.


1:12, me despido.
Á bientôt.

miércoles, 18 de diciembre de 2013

Recordar y nunca olvidar.

Nunca olvidéis vuestros orígenes. Son los que hoy os han traído hasta aquí y los que mañana os llevarán a conquistar nuevas tierras.

No olvidéis las huellas y no olvidaréis el camino.
No olvidéis el camino y no olvidaréis el surco que sobre el hicistéis.
No olvidéis el surco y no olvidaréis la forja con la que moldearon vuestros orígenes.

Porque la vida es recordar y nunca olvidar.

jueves, 12 de diciembre de 2013

Algo más que un "te quiero de momento".



Hay cosas en la vida que son maravillosas, jóvenes, sorprendentes, gratificantes, hermosas, llenas de vida y color. Por desgracia, muchas de ellas se pudren y se vuelven negras. Le sucede a las rosas, a la madera, a la piel...pero no le pasa igual al amor. Si piensas que sí, hablamos de amores diferentes.

Los seres humanos somos cuerpo. Pero somos algo más: somos personas, tenemos un interior tremendamente humano, muy nuestro; íntimo, de hogar, de afecto, inteligente y libre.

Derramamos lágrimas que expresan emociones, a veces muy elevadas. Somos muy humanos. Y es que los gestos de cariño, además de expresar eso, cariño, expresan también entrega personal en espera de ser respondida.
Al dar la mano, ofrecemos con ella algo de nosotros mismos. El gesto del abrazo es muy elocuente: es ofrecerse y a la vez poseer el cuerpo de otra persona por un momento.

Y es que no abrazamos a cualquiera por la calle. El abrazo pide confianza. Al igual que los besos. Tiene que haber de muchos tipos: de hijos, de nietos...al igual que hay modos de besar, de abrazar, que expresan un cariño distinto de los demás cariños. Uno que no se quiere compartir, que busca intimidad entre dos, para que nadie coja nada, ni siquiera con la vista.

Y aquí viene el pudor. Protegerte para que no te hagan objeto del placer. La gente guapa no necesitamos enseñar (risas, por incluirme) ya sabemos lo que somos. "no te fijes en eso que tienen todos, sino en mi".

Lo difícil es juzgar si cedemos al placer por amor o porque gusta. Soy de los que piensa que sólo el matrimonio demuestra que se hace por ambas cosas. Cualquiera podemos ofrecer sexo: basta con dejarnos llevar por el impulso. Pero no todos saben sacrificarse por los demás; ÉSTE ES EL AVAL VERDADERO QUE DEBERÍA BUSCAR UNA PERSONA PARA COMPARTIR SU AMOR, una vida.

No sabe sacrificarse quien desecha lo que exige sacrificio, y los defectos de otra persona lo exigen.

De todas maneras, creo que hay una verdadera liberación sexual. ¿y sabes cuál?: la del tiempo.

Ninguna persona quiere ser amada sólo por un tiempo, por muy grande que sea ese amor. "Te quiero por encima de todo y por eso te doy mi cuerpo. Pero dentro de un tiempo...¿quién sabe...?". "No hay nadie más para mi que tú...de momento" (todos lo hemos sufrido).

Y es que a veces se pierde el control. También con la expresión del cariño. No siempre se expresa lo que se quería, sino mucho más. Un afecto, y su gesto, llaman a otros mayores, crece la pasión, la temperatura; viene entonces el fuego y acabamos perdiendo el control. Cortar por lo sano es la solución, diría un cirujano en plena operación. Pues eso.

Porque si se llegó a todo con alguien antes de casarse, es mucho más fácil llegar a todo con alguien más después de casarse. "Si descorchas la botella, pueden beber todos". Dejamos el amor en un cajón y con él, la misma confianza que pedimos con el abrazo.

Porque el amor ha de ser y es paciente, es afable; no tiene envidias ni celos; no es presuntuoso; no es provocativo ni egoísta; no piensa mal. Disculpa sin límites, confía sin límites, espera sin límites, aguanta todo. El amor nunca muere. 

El amor es lo más grande que hay en esta vida y en la otra. 

Porque todos reclamamos un amor definitivo.

Porque todos pedimos algo más que un "te quiero de momento".

domingo, 8 de diciembre de 2013

Compromiso, lealtad y fidelidad.

Hoy camino por Santander y reflexiono.

Antes lo hice por otras ciudades, Pamplona la primera. Después fue Granada en Navidad, en verano y durante el resto del año. Pero Pamplona me gustó tanto que con los años y sin saberlo, volví.

Sevilla, como ciudad, necesita un post en solitario.

El caso es que insconcientemente me paso la vida haciendo balance. Sobre mi paso por la vida y también sobre el paso de otros y otras (por aquello de la equidad de género) por la mía.

Como escribí en "Veintipocos", con el tiempo, mi paso baja en intensidad pero gana, y hay que ver cómo gana, en calidad. Es irremediable que en nuestro paseo tengamos bajas, deserciones, huidas antes del amanecer...

Creo que en cada una de las ciudades que he visitado (todas ellas por placer) he dejado la mejor de mis huellas y el listón muy alto. No pretendo rayar con la arrogancia, pero tanto ellas - las ciudades, no confundir - como yo, sabemos que es cierto.

 A Granada la definí una vez, mientras nevando veía el atardecer desde el mirador de San Nicolás, como mi musa andalusí. Es la ciudad perfecta para comenzar cualquier reconquista. El perfecto laberinto donde perderte de la mano de la historia mora y cristiana. Mi rincón del Sur donde tomar unas cañas en "El nido del Búho"o donde presentarse ante una desconocida en la Ermita con Alhambra y jamón en la mano. Donde pasear feliz de la mano por el Paseo de los Tristes, o donde esperar en una M-30 que sólo existe en Madrid y en alguna facultad granadina.


 Pamplona (olvidarse de eso de Iruña) es señorial y elegante, como ella. Una ciudad distinguida y educada donde alcanzar la máxima expresión de lo que un día tú me hiciste entender por felicidad. Una ciudad en la que perdí mi virginidad en una azotea una noche de primavera en eso de la comida oriental (y no digo china).

Pamplona te invita a meditar paseando por la Ciudadela. Te invita los Sábados a partir de las 20:15 a la Clínica. Pamplona es "La Ciudad" después de Santander, no te pongas celosa tonta.

Como reza su emblema, "muy noble, muy leal y muy heroica ciudad de Pamplona".
Es esa ciudad que elegirías para quedarte a vivir, aún a pesar de que mi Cantábrico y su acento a sal tira mucho.

Pero tanto en el Sur, como en el norte, como en Navarra, como allá dónde la vida nos haga caer, debemos avanzar con paso firme, calidad y sin hacer daño - por eso hace tiempo te pedí que la próxima vez que pisases olvidases tus tacones en el armario -.

Y mientras, sigo paseando por la misma arena que tantas veces nos vio reir y que a escondidas nos vio querernos. Y aún sigo sin explicarme, el devenir de los acontecimientos. Quizás esté chapado a la antigua. Quizás tuviese razón aquella gaditana que un día me definió con una canción de "modestia aparte" (mente del siglo XX, corazón medieval).

En aras de una libertad individual buscamos toda clase de vacíos legales - si es que en esto del amor hay algún tipo de ley - para huir de compromisos, lealtades y fidelidad. Y llego a la conclusión de que ésta es la mejor manera para formar parte de un par de renglones en la vida de alguien.

Pero yo soy más de libros completos, con su prólogo, sus dos protagonistas y su final feliz. Y con la facilidad barroca para el desahogo verbal propia de un españolito que se precia, alzo el rostro al cielo y reniego en voz alta y clara del imperio del sol naciente y de todos esos momentos que en su día, y no hace tantos días, me hicieron tan feliz.

Y de repente, por la arena, te encuentras con un matrimonio (unos sesenta y pico tacos) paseando de la mano con un perro de fiel escudero y algo muy fuerte en sus miradas arrugadas. Y me los quedo mirando con admiración mientras se alejan, consolado de pronto como si un analgésico me recorriese las venas. Reconciliado con el mundo y con la vida, porque hoy he vuelto a ver lo que es amar con compromiso, lealtad y fidelidad.

martes, 3 de diciembre de 2013

Tatá

No me olvido de ti, tatá.

Y menos en un día como hoy, tres de Diciembre.

Llego ahora a casa de estudiar y de misa. Es la novena de La Inmaculada, y este año, mi primer año, estoy yendo todos los días.

Hoy era celebración doble. Por ella, pero sobre todo por ti. He leído, pues así me lo han pedido, y al volver al banco no he podido esconder las lágrimas que han empezado a asomar al acordarme de ti.

Al acordarme que de pequeño, pensaba que algo muy grande debías de sentir cuando ibas a misa, y que por eso ibas todos los días, a la misma hora, a la misma misa...

Veinticuatro años después he encontrado la respuesta a esa pregunta que me hacía. Y sé que has sido tú. Sé que desde el cielo me has contestado y me has invitado a sentir eso mismo que sentías tú al ponerte delante del Santísimo.

Gracias tatá. Gracias por seguir a mi lado. Por ayudarme como lo haces. Por aconsejarme, por templarme, por consolarme. Gracias por ser tú, por ser mi tatá.

Sé que desde el cielo nos proteges. Sé que desde el cielo nos cuidas.

Prométeme que seguirás haciéndolo.

Prométeme también que al leer esta carta que hoy te escribo no llorarás.

Yo te prometo que intentaré no hacerlo.

Te quiero Tatá.

Y mucho.