domingo, 8 de diciembre de 2013

Compromiso, lealtad y fidelidad.

Hoy camino por Santander y reflexiono.

Antes lo hice por otras ciudades, Pamplona la primera. Después fue Granada en Navidad, en verano y durante el resto del año. Pero Pamplona me gustó tanto que con los años y sin saberlo, volví.

Sevilla, como ciudad, necesita un post en solitario.

El caso es que insconcientemente me paso la vida haciendo balance. Sobre mi paso por la vida y también sobre el paso de otros y otras (por aquello de la equidad de género) por la mía.

Como escribí en "Veintipocos", con el tiempo, mi paso baja en intensidad pero gana, y hay que ver cómo gana, en calidad. Es irremediable que en nuestro paseo tengamos bajas, deserciones, huidas antes del amanecer...

Creo que en cada una de las ciudades que he visitado (todas ellas por placer) he dejado la mejor de mis huellas y el listón muy alto. No pretendo rayar con la arrogancia, pero tanto ellas - las ciudades, no confundir - como yo, sabemos que es cierto.

 A Granada la definí una vez, mientras nevando veía el atardecer desde el mirador de San Nicolás, como mi musa andalusí. Es la ciudad perfecta para comenzar cualquier reconquista. El perfecto laberinto donde perderte de la mano de la historia mora y cristiana. Mi rincón del Sur donde tomar unas cañas en "El nido del Búho"o donde presentarse ante una desconocida en la Ermita con Alhambra y jamón en la mano. Donde pasear feliz de la mano por el Paseo de los Tristes, o donde esperar en una M-30 que sólo existe en Madrid y en alguna facultad granadina.


 Pamplona (olvidarse de eso de Iruña) es señorial y elegante, como ella. Una ciudad distinguida y educada donde alcanzar la máxima expresión de lo que un día tú me hiciste entender por felicidad. Una ciudad en la que perdí mi virginidad en una azotea una noche de primavera en eso de la comida oriental (y no digo china).

Pamplona te invita a meditar paseando por la Ciudadela. Te invita los Sábados a partir de las 20:15 a la Clínica. Pamplona es "La Ciudad" después de Santander, no te pongas celosa tonta.

Como reza su emblema, "muy noble, muy leal y muy heroica ciudad de Pamplona".
Es esa ciudad que elegirías para quedarte a vivir, aún a pesar de que mi Cantábrico y su acento a sal tira mucho.

Pero tanto en el Sur, como en el norte, como en Navarra, como allá dónde la vida nos haga caer, debemos avanzar con paso firme, calidad y sin hacer daño - por eso hace tiempo te pedí que la próxima vez que pisases olvidases tus tacones en el armario -.

Y mientras, sigo paseando por la misma arena que tantas veces nos vio reir y que a escondidas nos vio querernos. Y aún sigo sin explicarme, el devenir de los acontecimientos. Quizás esté chapado a la antigua. Quizás tuviese razón aquella gaditana que un día me definió con una canción de "modestia aparte" (mente del siglo XX, corazón medieval).

En aras de una libertad individual buscamos toda clase de vacíos legales - si es que en esto del amor hay algún tipo de ley - para huir de compromisos, lealtades y fidelidad. Y llego a la conclusión de que ésta es la mejor manera para formar parte de un par de renglones en la vida de alguien.

Pero yo soy más de libros completos, con su prólogo, sus dos protagonistas y su final feliz. Y con la facilidad barroca para el desahogo verbal propia de un españolito que se precia, alzo el rostro al cielo y reniego en voz alta y clara del imperio del sol naciente y de todos esos momentos que en su día, y no hace tantos días, me hicieron tan feliz.

Y de repente, por la arena, te encuentras con un matrimonio (unos sesenta y pico tacos) paseando de la mano con un perro de fiel escudero y algo muy fuerte en sus miradas arrugadas. Y me los quedo mirando con admiración mientras se alejan, consolado de pronto como si un analgésico me recorriese las venas. Reconciliado con el mundo y con la vida, porque hoy he vuelto a ver lo que es amar con compromiso, lealtad y fidelidad.

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