martes, 3 de diciembre de 2013

Tatá

No me olvido de ti, tatá.

Y menos en un día como hoy, tres de Diciembre.

Llego ahora a casa de estudiar y de misa. Es la novena de La Inmaculada, y este año, mi primer año, estoy yendo todos los días.

Hoy era celebración doble. Por ella, pero sobre todo por ti. He leído, pues así me lo han pedido, y al volver al banco no he podido esconder las lágrimas que han empezado a asomar al acordarme de ti.

Al acordarme que de pequeño, pensaba que algo muy grande debías de sentir cuando ibas a misa, y que por eso ibas todos los días, a la misma hora, a la misma misa...

Veinticuatro años después he encontrado la respuesta a esa pregunta que me hacía. Y sé que has sido tú. Sé que desde el cielo me has contestado y me has invitado a sentir eso mismo que sentías tú al ponerte delante del Santísimo.

Gracias tatá. Gracias por seguir a mi lado. Por ayudarme como lo haces. Por aconsejarme, por templarme, por consolarme. Gracias por ser tú, por ser mi tatá.

Sé que desde el cielo nos proteges. Sé que desde el cielo nos cuidas.

Prométeme que seguirás haciéndolo.

Prométeme también que al leer esta carta que hoy te escribo no llorarás.

Yo te prometo que intentaré no hacerlo.

Te quiero Tatá.

Y mucho.

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