domingo, 2 de febrero de 2014

La Marinera, Santander.



De esas tardes que te encuentras en casa estudiando los mercados monetarios y de repente escuchas la sirena de una barco despidiéndose de Santander. Y caes en la cuenta de lo maravilloso que es vivir en una ciudad bañada por el Cantábrico…aunque haya noches que se enfurezca y arrase con todo. Pero, ¿quién no ha vivido enfados en una relación? Pues ésta que el mar tiene con la ciudad no iba a ser menos.

Santander es salada. Y por ende sus huéspedes tenemos la gran suerte de viajar lejos y ansiar ese olor a salitre. A Machina que decimos los de aquí. Nos sentimos raros cuando nos entran las ganas de pasear y no tenemos orilla por la que caminar. No tenemos playa que enseñar, aún mejor si se va de la mano y es entre dos.

Tiene faltas, como todas (las novias me refiero). Pero sin ellas dejaría de ser ELLA.

Te cansas de sudar bajo la lluvia y de tiritar calado hasta los huesos. Pero al rato, respiras su perfume y le dices al oído (porque escucha): ¿Cómo no te voy a perdonar?



Santander , La Marinera, es la que más quiero yo.

Feliz Domingo.

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