(Hay días que te saltas algún capítulo. Como hoy).
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Tumbado en la arena de El Puntal algo se le vino a la
cabeza. Mal de amores. Algo que para nada se cura fácilmente. Algo para lo que
ningún laboratorio ha inventado la medicina perfecta. No hay remedios. ¡Otra
vez no!- grito él. No sabía el motivo. Ni siquiera se acordaba de todo lo que
dolía. Sólo sabía que el tiempo lo curaba, pero esta vez el tiempo le había
fallado. Nunca creyó en las casualidades. Siempre las había definido como las
cicatrices del destino. Y esta vez no iba a ser menos.
Las últimas palabras que recordaba de ella fueron: -siento
hacerte tan desdichado-. Eso y el latir de un reloj de alguna estación de tren.
Solitario y asustado. Como él.
Hablando con la sombra proyectada sobre la orilla sentenció:
-joder, estoy fuera de los recuerdos, del pasado, pero también estoy perdido.
Antes o después las cosas que has dejado atrás te alcanzan, y las cosas más
estúpidas, cuando estás enamorado, las recuerdas como las más bonitas. Porque
su simplicidad no tiene comparación. Y me dan ganas de gritar. Lo jodido de
gritar es que cuando lo haces en silencio, duele más-.
Mientras pasea absorto con el flamear de las velas del
Cantábrico al fondo, se da cuenta de que lejos de haberlo dejado atrás, ha
vuelto a caer en el agujero oscuro y profundo del que creía no lograría salir jamás.
El mismo que tiempo atrás había definido como si una bomba hubiera estallado
sobre él y hubiese destrozado su vida con un toque ligero, limpio y sutil. Todo
lo que había vivido hasta ese momento se derrumbó, se destruyó, desapareció de este
mundo y entonces se preguntó qué iba a ser de él, cómo iba a hacer para volver
a sonreír.
Lo peor de todo es que salimos a la calle y vemos que la
gente sigue riendo, los niños siguen jugando en el parque, las parejas siguen
besándose como si no hubiera mañana (frase que aprendió de ella). Nada ha
cambiado, todo permanece igual, sólo tú eres el distinto.
Las olas bañan sus pasos. Los de él. En singular. El agua
está fría, advierte. Y piensa en lo que ella le dijo hace tiempo. –Deberíamos sintonizar
mejor, ¿no crees? –Y ante el mismo escenario de aquella frase pero con distinta
compañía piensa. - Sintonizar...¿qué querría decir? La sintonía es algo que
tiene que ver con la música. El amor, en cambio, es cuando no respiras, cuando
es absurdo, cuando echas de menos, cuando es bonito aunque esté desafinado,
cuando es locura. Cuando sólo de pensar en verla con otro cruzarías a nado el
océano, escalarías el Pico más alto o guardarías en un frasco todo el agua del
mar.
Con la mirada perdida, revive aquella noche de velas y
vestido rojo. La noche del magret y del champagne. Una noche que empezó a las
cinco de la tarde entre fogones. Y recuerda su pregunta: - Siento curiosidad.
¿En qué pensabas esta noche mientras mirabas cómo dormía?
-Ah… -Se sienta y la sonríe-. Pensaba en la suerte que
tengo. Pensaba: esta chica es realmente guapa. Y además pensaba en el momento
que estamos viviendo y que...bueno mejor no te lo digo.
Ella se acercó y lo miró con ojos cariñosos, achispados,
resplandecientes, llenos de entusiasmo.
-No tengas miedo. Corre, dímelo.
La miré a los ojos, inspiré profundamente y al final lo
dije. -Pues que jamás me he sentido tan feliz en mi vida.
-Sé que te asustarías si te dijera te quiero otra vez. Así que, mejor te diré te prequiero. Porque tu inmadurez es superlativa para tu edad. Porque no pasa nada si miras a otras. Da susto, porque hace replantearte muchas cosas, pero no pasa nada si me acerco a ti y al oler tu pelo sigo sientiendo que eres mi alma gemela y que estoy en casa.
-Sé que te asustarías si te dijera te quiero otra vez. Así que, mejor te diré te prequiero. Porque tu inmadurez es superlativa para tu edad. Porque no pasa nada si miras a otras. Da susto, porque hace replantearte muchas cosas, pero no pasa nada si me acerco a ti y al oler tu pelo sigo sientiendo que eres mi alma gemela y que estoy en casa.
El pitido de un barco anunciando su entrada en la bahía le devuelve
a la soledad de sus fríos pasos sobre la arena. Lo duro es que cuando un amor
se acaba se puede encontrar todo, excepto el por qué. Y piensas cuál fue el
fallo, qué hiciste mal. Atiende a lo que una vez escuchó decir en alguna
terraza del sur: -"Alguien
dijo una vez que en el momento en que te paras a pensar si quieres a alguien, ya
has dejado de quererle para siempre...".- Y cae en la cuenta de que
quizás, ella se paraba a pensar en silencio.
Hay instantes en la vida en que creemos saber que una
mentira se parece mucho a una verdad, pero sólo quien las cuenta es capaz de
distinguirlas.
Comienza a chispear. El cielo se encapota y las manecillas
del reloj de Tatá sugieren regresar a casa. Sólo se arrepiente de una cosa. De no
haberla dicho: - Ven a dormir conmigo: no haremos el amor. Él nos hará-.
De eso y de haber aparcado tan lejos.
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