viernes, 2 de octubre de 2015

Desayunar...

Prólogo:

Nadie escoge su amor,
nadie el momento,
ni el sitio,
ni la edad,
ni la persona...

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Es mejor mirarlo como es. Crudamente y sin anestesia. Como cuando el espada se enfrenta al burel. A portagayola. Y que sea lo que Dios quiera, maestro.

Ama sin medida,
sin límite,
sin complejo ni consejo,
sin permiso,
sin ambages,
sin precio,
sin nada,
sin cura ni duda.

Porque, a veces, ellas están entre lo que queremos tener y lo que nos asusta tener. Pero si algo no tenemos ya, es edad de dejarnos con las ganas.
Y me doy cuenta de que ya estoy en esa edad cuando recuerdo que de niño me encantaba saltar desnudo sobre los charcos de agua. Ahora llueve y al acercarme a la ventana, sólo veo niños esquivando esos mismos charcos en los que yo, reí.

Pero, ¿qué es la edad más que una suma inacabada de nueve meses entre dos? Porque donde caben dos, caben tres. Por eso 27 o 37 debieran dar igual. Nuestro cumpleaños sólo debería recordarnos que nuestro tiempo viene con fecha de caducidad y que la vida se encoje o se expande en proporción a nuestro coraje.
No somos más que autómatas esperando toda una semana para que llegue el Viernes, todo un año para las vacaciones. Toda una vida para ser feliz.

Pero es que, un Viernes...un Viernes puede ser perfecto. Un Viernes puede ser el día que digas: voy a pasármelo bien, ir en busca del ataque de las chicas cocodrilo, notarlo, preguntar ¿qué soy yo para ti?, sufrir como un mamón, temblar, pedir que te devuelvan a tu chica pues ella sólo es la única enfermera que te gustaría tener si algún día te tuvieran que poner un marcapasos, como el de Marta, cuestionarte ¿por qué no ser amigos?, prometer no llorar y pasear dejando huellas en la bajamar.

Y no saber cuándo te enamoraste de ella, pero reconocer que aquella noche te cruzaste con la mirada más imposible del mundo. Cuando dándose la vuelta, sus ojos de gata te arañaron algo más que la camisa. Cuando, en aquel momento, sentiste que el brillo de una mirada y de su sonrisa, podían eclipsar el concierto de aquellos "Hombres G".

No le digas que la quieres porque así la vas a asustar. O sea, más todavía. Mejor dile que la prequieres. Es una etapa anterior a darte cuenta de que morir de amor es un dolor asumible. Lo insoportable es resucitar solo. Como si eso fuese el peor epitafio para dos amantes.

Porque, de tanto en cuanto, aparece alguien que es en lo que crees y que, con sus acciones, te confirma que esas creencias son ciertas. Una heroína de cómic que juega a ser humana contigo.
John Green, en "Looking for Alaska" lo definió con la sencillez y la mesura de alguien que alguna vez, lo probó: "Maybe there´s something you´re afraid to say, or someone you´re afraid to love, or somewhere you´re afraid to go. It´s gonna hurt. It´s gonna hurt because it matters".

El caso es que, aunque en ninguna carpa repartieron sobaos, tú decidiste comerte ese. ¿fue el primero en cruzarse en tu camino? Sí, pero antes de elegirlo, habías barajado otros y ese fue el que más te gustó. Por eso te lo vas a comer. Porque tienes hambre. Hambre de muchas cosas. Pero te lo vas a comer despacio. Y lo más importante es que todo lo has decidido tú. La primera decisión que tomas en varios días. Pero no la última.

Porque desayunar, pese a lo que muchos piensen, no es tan fácil como parece.

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