lunes, 2 de mayo de 2016

Amarte lleva parte de tu nombre.

Y comprender que tal vez, amar es otra cosa. Es sentirse ligeros y libres. Es saber que no pretendes apropiarte del corazón del otro, que no es el tuyo, que no te toca por contrato. Debes merecerlo cada día...

Aunque tú digas que tienes corazón y sólo lo digas porque sientes sus latidos. Eso no es corazón; es una máquina que, al compás que se mueve, hace ruido.

Pero hay ocasiones en que no ves. No ves las cosas que tienes delante cuando lo único que buscas es algo o alguien a quien seguir. Ser feliz. Una felicidad que te enfada, te distrae. Una felicidad que te absorbe como una esponja. No la ves. Sólo ves lo que quieres ver, lo que necesitas, lo que te sirve.

Y poco a poco, disipo mis dudas. Ya no tengo remordimientos, ni sombras, ni pecado. Sólo tengo unas ganas enormes de volver a empezar y de ser un poco más feliz...tengo ganas de ti. Por todo lo que me he imaginado. Por todo lo que he soñado. Por lo que deseo. Tengo ganas de ti. Por lo que sé y sin duda, por lo que desconozco.
Porque has pasado a estar en el extraño equilibrio entre lo que quiero tener y lo que me asusta tener.

Pero te pienso en las noches. Porque sólo las noches te dan fuerzas para cambiar el rumbo de tu vida. Tan sólo necesitas saber que quieres cambiar y que el amanecer no llegue pronto. Y si lo hace, que te sorprenda bailando.

Por eso y por mas, subamos el volumen de ese sudor que me entra cuando jugamos al parchís. Y bajemos las persianas para que afuera siga siendo de noche.

Sólo puedo ofrecerte un caramelo, paraguas invisibles si hay tormentas y tejer con piel de sueños tu desvelo.
Pintarte un mar con olas y pecas, bajar tu falda sin subirte el velo.

Amarte como se aman lo amantes.

Porque un corazón sin cicatrices, no es un corazón vivido.

No hay comentarios:

Publicar un comentario