domingo, 13 de octubre de 2013

Días de retiro, huellas y reflexión.



Simancas, Valladolid. Aldelbarán.

Días de retiro.
Espiritual lo llaman.
Un encuentro conmigo mismo y con Él, que desde el Cielo nos vigila. Un par de días en los que me apeo del mundo mientras éste sigue girando a un ritmo demasiado frenético.

Unos días en los que organizar el presente y un poco del futuro que se vislumbra. Unos días también en los que abandonarse en brazos del Señor dejando que se cumpla su voluntad.

Unos días en los que convivir bajo su mismo techo.

Tierras de Castilla, de vastos campos áridos, de puentes romanos y de antiguas Cortes de la España de los Católicos (de los Reyes, me refiero).

Meditaciones y lecturas que cuando calan, lo hacen en lo más profundo de nuestro ser. Sín quererlo, o a veces de manera semiinconsciente, repasas tu camino hasta estos días. Algunas etapas del mismo mantienen las huellas limpias y pulcras del primer día; otras, sin embargo, se encuentran embarradas y pisoteadas, como si el mismo Atila a lomos de su caballo hubiese pasado sobre ellas. Y es sobre estas etapas sobre las que en este fin de semana me he parado a reflexionar.

Hay personas que han dejado en mi vida una huella imborrable. Tú Tatá, sin duda alguna, eres la protagonista de todas ellas. Como no podía ser de otra forma, mi madre, a la que muchas veces no comprendo y a la primera que echo de menos cuando estoy fuera de casa. Y luego hay otras personas, en su mayoría del género femenino, que por regla general siempre se han encargado de pisotear el campo sobre el que durante mucho tiempo estuvimos sembrando nuestras (de ellas y mías) semillas.

Pero sobre la que más he reflexionado ha sido sobre la más importante (o más reciente, según cómo se mire).
Leía estos días:
"También en lo diminuto se muestra la grandeza del mundo".
Reflexiona.

En estos días he entendido que esos planes que hasta hace un mes hacías nuestros, eran planes que Dios no quería para mi. Planes engordados con palabras pero vacíos de alma, espíritu y corazón.

Momentos treméndamente felices que has conseguido que con tu forma de actuar adquieran el sabor amargo de la hiel. Vivencias y confesiones puras y sinceras (ahora hablo por mi) que después de todo, han quedado vacías de toda fuerza y sentimiento.

Sentimientos que aún están latiendo - yo no puedo hacer eso que tú ya has conseguido: ser feliz - a la espera de sangre que bombear.

Recuerdos todavía presentes en el día a día y que en momentos de reflexión, como los de este fin de semana, hacen que pierda el juicio, el norte y los papeles al hacer balance de tu "dejada en la estacada".

Viajes por autopista a las tantas de la mañana para que durmieras en casa. Viajes que haría una y mil veces más.

No es momento de reproches - conmigo nunca lo será, estate tranquila-.

Tan solo me gustaría que leyeses con atención - si alguna vez lo haces-:
Procura pasar por la vida con honradez, con pureza, con sensibilidad. Deja poso en las vidas que compartas y en las que te rodeen. Analiza:
"Todo lo que se desarrolla, comienza por ser pequeño. Es al alimentarse gradualmente como, con constantes progresos, llega a hacerse grande".

Cuida lo que tienes, lo que la vida te ofrezca, la amistad. Y sobre todo, cultiva tu interior, tu razón y tu corazón.

Deja una huella con talla y respeto.
Y recuerda:
La próxima vez que pises, mejor hazlo descalza y olvídate los tacones de aguja en el cajón.

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