El amor, al fin y al cabo, siempre acaba abriéndose camino.
Y quizás sí eras tú pero no era el momento.
-¿Puedo volver a verte?- la preguntó tímido.
Su voz sonó nerviosa y a ella le pareció entrañable.
- ¡Pues claro! - le contestó sonriendo.
- ¿Mañana?
- Paciencia - le aconsejó -. No querrás parecer ansioso...
- No. - Contestó él. - Por eso te he dicho mañana.-
Así fue como él decidió poner tres puntos suspensivos a la historia.
Asi fue, también, como ella decidió borrar dos.
Y entonces, comenzaron los días en los que no estaba ni bien ni mal, sólo respirando.
No tuvieron un final feliz, pero fueron todas las horas que pasaron juntos. Y sólo por eso, valió la pena. Hasta que...¡Suficiente! - gritaron el corazón y el cerebro al tiempo. Por fin, estuvieron de acuerdo. Y por un tiempo, ni él volvió a escribir, ni ella volvió a extrañarle.
Pero un día le preguntaron por ti y sólo pudo retener las lágrimas, sonreir con tristeza y responder: - Ya no hablamos -.
Y algún día, y ahora sí, nos cruzaremos en el metro, paseando o en un bar. Fingiremos no reconocernos, o no vernos. Sentiremos "vergüenza" por lo que ha sido de lo nuestro. Nada. Dos extraños con un pasado ficticio, por el que tanto tiempo y con tanto descaro se habían dejado engañar.
Y es que lo que tuvieron fue tan fugaz desde un principio, que una estrella les vio besarse y pidió un deseo.
Desde esa noche, comenzaron a gustarle los abrazos en los que, sin querer, se le cerraban los ojos.
Porque...¿cuánto tiempo es un "para siempre"?
A veces, sólo un segundo. Lo que dura un abrazo.
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