Una maleta.
Un par de vaqueros, unas camisas y americana.
Un aeropuerto.
Sin billete, sin destino, sin "quizás".
Un hotel. O mejor, tu habitación.
Una cama deshecha, la ropa por el suelo, tu perfume sin tapar.
Una terraza.
Un atardecer, el mar y un par de gintonics.
Una conversación.
Sin tapujos, sin vergüenzas, sin rodeos.
Una risa.
Una carcajada que consiga enmudecer mis ganas de rozarnos.
Un buen vino.
Sin descorches, con dos copas y tus labios dejando marca.
Una cuenta.
Sin pagar, en blanco y entre dos.
Un amanecer.
El sabor de tu risa, el recuerdo de anoche, no querer despertar.
Una nota.
Volveremos, volverás, nos querremos, me querrás.
Nos lo merecemos.
Venecia a nuestros pies.
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