jueves, 9 de julio de 2015

Mi hilo.

Una historia no tiene comienzo ni final: arbitrariamente, uno elige el momento de la experiencia desde el cual mirar hacia detrás o hacia delante. Y para escribir estas pocas letras he tardado en aprenderlas estos veinticinco años tan míos.

Y es que la vida no es ningún pasillo recto y fácil que recorremos libres y sin obstáculos, sino un laberinto de pasadizos en el que tenemos que buscar nuestro camino, perdidos y confusos, deteniéndonos, de vez en cuando, en algún callejón sin salida.

Pero dicen que la fe mueve montañas y yo soy de esos. Por eso me gusta pensar que al final de todo, acabaré encontrando esa puerta. Quizás no sea la que imaginé, pero si será la que demuestre ser la mejor para mi.

Pero, más a menudo de lo estrictamente recetado, nos dejamos llevar por el miedo a las habladurías, por el estúpido: "qué dirán". Ese "qué dirán" de unos cuantos a los que nada debíamos, que nada nos dieron y que por supuesto, nada nos darán.

Una amiga suele decir que el amor nunca se malgasta, aunque no te lo devuelvan en la misma medida que mereces o deseas. - Déjalo salir a raudales -, grita siempre. -Abre tu corazón y no tengas miedo de que te lo rompan. Los corazones rotos se curan. Los que están protegidos acaban convirtiéndose en piedra. Y entonces, decidí llamarte Serendipia porque descubrí algo bueno, al menos eso creo, sin buscarlo. Pero siempre le contesto a mi amiga, no a Serendipia, que todos los puentes están enamorados de un suicida, aunque creo que nunca me ha entendido. Quizás sea porque de tanto maltratar una sonrisa, hasta los golpes de suerte acaban doliendo.

El caso es que si de algo me he dado cuenta a base de latir, es que se ha de latir muy fuerte para que el mundo sepa que existes. Que dentro de veinte años, yo ya los pasé, estaré más decepcionado por lo que no hice que por lo que arriesgué. Por eso, en explorar, soñar y descubrir me paso los días.

Pensando como el ladrón que lo busca y como la persona que lo esconde.
Y no digo el qué.
Sólo te daré la siguiente pista:

Un hilo invisible (el mio y el tuyo con acento a salitre) conecta a aquellos que están destinados a encontrarse, sin importar el momento, el lugar o las circunstancias. El hilo puede alargarse o enredarse, pero nunca se romperá.

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