jueves, 18 de diciembre de 2014

El sabor de una risa.


Nos merecemos recibir el mismo tipo de amor que daríamos a otra persona.
Ni más ni menos.
Por eso hay que saber elegir con quién complicarse la vida.
Y mientras en silencio mis pensamientos seguían aleteando, de la manera más sutil ella comenzó a conquistarme:

- "No soy la chica sobre la que tu madre te advertirá. No besaré a tu mejor amigo ni romperé tu corazón. No te haré elegir entre hacer lo que te gusta y yo. No seré fría. Tampoco seré un desastre. O al menos pondré todo mi empeño en no serlo. Seré la chica sobre la que tu padre hablará cuando tu madre no esté presente. Seré la chica que se escapó. Te querré más que a nada. Te besaré cuando llore. Estaré a tu lado hasta que tú decidas lo contrario. Pero llegará el día en que dejarás que me vaya y yo no miraré hacia atrás, pero tú sí que lo harás. Te lo prometo, lo harás. Yo soy esa chica." -

Y entonces, en ese mismo momento supe que quería más. Y a la vez, sin yo saberlo y sin ella esperarlo, una fuerza ajena a mi, se apoderó de los sentimientos más puros que un chico puede tener cuando se encuentra ante una chica como ella. Y le contesté:

-"Te querré cuando tengas frío estando a 21º, te querré cuando tardes una hora para pedir un bocadillo. Porque adoro la arruga que se te forma aquí cuando me miras como si estuviera loco, te querré cuando después de pasar el día contigo mi ropa huela a tu perfume y siempre querré que seas tú la última persona con la que hable antes de dormirme por las noches. Y eso no es porque esté solo ni tampoco porque dentro de unos días sea nochevieja. He venido aquí esta noche porque cuando te das cuenta de que quieres pasar el resto de tu vida con alguien, deseas que el resto de tu vida empiece lo antes posible."

Y al segundo de acabar, un electrizante espectáculo de fuegos artificiales iluminaron mi mirada. Fue la primera vez que me sentí orgulloso de enlazar tan poderosa e inconscientemente bien tres frases de puta madre seguidas.

- "¿Estás borracho?" -. Sólo se la ocurrió decirme eso.

Y creyendo que los artificios habían acabado, de mi boca salío la mejor traca de todos los tiempos. Al menos, de mis veinticinco.

- "Sí, estoy borracho. Pero tú eres alucinante. Y mañana por la mañana yo estaré sobrio pero tú seguirás siendo alucinante".

Así que hoy digo que no existe nada más bonito que una mujer fiel a sus valores y contenta con su físico. De esas que van a por todo. Baila hasta que se agota. Grita hasta quedarse afónica. Salta hasta que no puede más. Mira con un poco más de descaro pero nunca pierde del todo la inocencia de sus labios. Se bebe una copa de vino en las cenas. O dos. Y se toma un buen trozo de tarta de chocolate después.

Pero todo acaba. Porque no hay mayor mentira que la de unos labios albergando un "para siempre". Fuimos dos polos opuestos de helados. Fuimos todas las noches de invierno que cabían en una de verano. Que fuimos granizo en duchas al despertarnos, que nos derretíamos con besos al secarnos. Que contábamos sonrisas por días despejados. Fuimos eclipses a mediodía y a medianoche. Fuimos uno en una cama que sabe más de nosotros de lo que contamos, fuimos otoño cayéndonos la ropa cada vez que discutíamos por algo. Fuimos y no somos, porque nos hundimos, pero eso nos hizo ponernos a salvo.

Y empecé a estar harto de oir a la gente decir: -"Hay muchos peces en el mar".
Yo siempre pensaba: -"¡¡que os jodan, ella era mi mar!!"

Porque en mi mar, me gustaba bañarme aunque nevara.
 Porque ella se reía mientras nos besamos una y otra vez, y pensé:
- "No hay mejor cosa que el sabor de la risa de otra persona en tu labios."


No hay comentarios:

Publicar un comentario