miércoles, 3 de diciembre de 2014

Y en el cielo, tu nombre.

Otro año más Tatá. Y ya son dieciséis.

Y en este rincón del Puertochico que merecido lleva tu nombre, intento juntar las palabras que, como cada tres de Diciembre, van acompañadas de sal y lluvia. Tú ya me entiendes.

Todos los Reyes desde que te fuiste, pedí en cada carta que volvieras. No quería juguetes, no quería zapatos, no quería un tambor.
Sólo quería volver a pasar contigo los Sábados en Castelar. Quería seguir viéndote sonreir con mamá. Seguir disfrutando de tus besos salados. Seguir viéndote lucir los lunares de aquel traje que sólo tú sabías hacer brillar.

Han pasado dieciséis años. Y aunque mis cartas ya no tengan buzón, el niño y su deseo siguen siendo los mismos.


Al menos, al mirar las manecillas del reloj, siento que estás conmigo.

Y dicen que todos tenemos nuestro ángel de la guarda. Yo además de tenerlo, sé que lleva perfume y nombre de mujer. Flamenco, como tú y tu traje de lunares.

Sé que desde el cielo, me cuidas.

Es por eso que cuando alzo la vista, veo escrito tu nombre.

Te quiero y te echo de menos Tatá.

Espero que tú a mi también.

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