sábado, 2 de noviembre de 2013

Veintipocos



Vamos creciendo chicos, y se nota…vaya si se nota!!

Todo toma una perspectiva completamente diferente de la que tomaba hasta hace unos años. Todo gana en calidad, hasta lo que se va. Los amigos, los de verdad, se reducen en número, pero aumentan en calidad.

Hace un par de años el cuerpo te pedía “beberte el Nilo” una noche de Miércoles sin un porqué definido. Hoy me pide un tranquilo café con buena compañía. La de un amigo de siempre o la de esa chica de la uni que cuando sonríe hace que me atragante. Tiene buena conversación, eso es verdad, pero como diría Sinatra “love is a tender trap”.

La inquietud que hasta ahora permanecía anestesiada y casi inexistente en nosotros, de la noche a la mañana despierta y lo hace con hambre de comerse el mundo. De pronto queremos vivir en “una décima de segundo más” (va por ti Antonio) todo lo que no hemos vivido en veinticuatro años. Te comes los libros porque has descubierto que quieres ser alguien en la vida. Que ya está bien eso de vivir con papá y mamá. Descubres tu verdadera vocación y entiendes que la uni es sólo un lugar de paso en el que debemos pasar el menor tiempo estipulado.

Ahí fuera nos espera un mundo repleto de matices. En claroscuros, pero por algo la generación de los 80 fuimos bautizados como la gran esperanza de España. Es más que probable que tengamos que emigrar y pelear en países en los que seamos una milésima parte de lo que una gota es en el océano.
 Pero por algo “Spain is different” y por ese algo los españoles tenemos los coj*nes más grandes que el caballo de Espartero. Ya les tocó a nuestros abuelos emigrar a Alemania, hacerse las Américas y trabajar como los mejores embajadores de nuestro país allá por donde pasaron.

Siempre he creído que nuestros padres han sido unos privilegiados que han vivido en la mejor época de la España más reciente. Ahora nos toca demostrar que nosotros salimos a nuestros abuelos.

Los horarios. Qué difícil se va haciendo eso de cuadrarlos para verte. Aunque hay ocasiones en las que se tornan en dulce excusa para salir media hora antes de la biblio y tomar un café rápido en la cafetería de la uni para ver si “ella” sigue sonriendo. Entre sorbo y sorbo nos contamos nuestras “cruces” del día a día. Lo de aquella chica que de la noche a la mañana desapareció teniendo todo lo mejor a su lado, lo de aquel viaje a Madrid que acabó mejor de lo que empezó, las inquietudes de acabar y volar del nido, las preocupaciones de lo que nos deparará el futuro…

Y es que queramos o no, vamos sentando la cabeza (a algunos/as les cuesta más), y cosas que antes nos parecían de mayores ahora resulta que nos parecen ya propias de nuestra edad. Pensamos en casarnos y en formar una familia numerosa y divertida. Pensamos hasta en el nombre de nuestros hijos!!

 Abrazamos ideas y pensamientos que siempre nos parecieron trasnochados y con plena consciencia nos volvemos mucho más respetuosos con las opiniones de los demás.

Crecemos por fuera, eso está claro. Pero por dentro la transformación es mucho mayor, lo cual no quiere decir que una o dos veces al año (no hace daño) parezcamos chiquillos en plena edad del pavo. El cuerpo te pide acercarte a Dios y la cabeza te dice, ¡HAZLO¡, y de pronto comienzas a ir a misa con plena devoción y asiduidad. Y hablas con Él como con un amigo…de los viajes, de esa chica, de tus preocupaciones, y le pides…le pides mucho porque has empezado a tomarte en serio esto de la vida.
Te das cuenta de que la cara bonita que un día te enamoró con esos labios rojos carmín y ese cuerpo tan sensualmente femenino, no durará así de bonita toda la vida y que alguna vez le tocará enamorar con el corazón. Ese gran desconocido, más para algunas que para algunos, pero que en esto de la vida juega un papel muy importante, pues de él dependen muchos de los sabores o sinsabores que tendremos a lo largo de aquella. Y cuando haya que enamorar con él, ya no te valdrán las trampas en las que, iluso de mi, yo un día caí.

Con el paso del tiempo nos convertimos en pequeños sibaritas que diferencian ya la calidad de la cantidad, el amor del flirteo, “la llave de un dormitorio de la de la vida entera”. Dejamos de caminar “por el bulevard de los sueños rotos”.

Un día te encontrarás de nuevo con esa chica que te dejó roto y le dirás: “Aunque tú no lo sepas, encendía con besos el mar de tus labios”, y aunque una vez le diste las “gracias por elegirme”, hoy le pides “déjame”.

Y es que cada cosa en su momento, sabiendo que los momentos con las cosas que les acompañan serán los mejores en todas y cada una de las etapas de nuestra vida.


Tengo 24…años…y a vivir!!


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