jueves, 22 de septiembre de 2016

Brillemos, pero en esdrújula.

Acojo en mi hogar 
Palabras que he encontrado abandonadas en mi palabrera. 
Examino cada jaula y allí, narrando vocales y consonantes 
Encuentro a sucios verbos que lloran después de ser abandonados por un 
Sujeto que un día fue su amo. 
Y de tan creído que era prescindió del predicado. 

Esta misma semana han encontrado a un par de adjetivos trastornados, 
A tres adverbios muertos de frío. 
Y a otros tanto de la raza pronombre. 
Que sueñan en sus jaulas con ser la sombra de un niño. 

Se llama entonces a las palabras que llevan más días abandonadas 
Y me las llevo a casa 
Las vacuno de la rabia 
Y las peino a mi manera 
Como si fueran hijas únicas. 
Porque en verdad todas son únicas. 

Acto seguido y antes de integrarlas en un parvulario de relatos o canciones 
Les doy un beso de tinta. 
Y les digo que si quieres ganarte el respeto nunca hay que olvidarse los 
Acentos en el patio.

A veces les pongo a mis palabras diéresis de colores imitando diademas. 
Y yo solo observo como juegan en el patio de un poema. 

Casi siempre te abandonan demasiado pronto. 
Y las escuchas en bocas ajenas. 
Y te alegras. 
Y te enojas contigo mismo como con todo lo que amamos con cierto egoísmo. 

Y uno se queda en casa, inerte y algo vacío 
Acariciando aquel vocablo mudo llamado silencio 
Siempre fiel, siempre contigo. 

Pero todo es ley de vida. 

Como un día me dijo el poeta Halley, 
Si las palabras se atraen, que se unan entre ellas 
Y a brillar, que son dos sílabas.

lunes, 12 de septiembre de 2016

De puntillas. Se fue. El verano.

El ínfimo atardecer disipa cualquier duda acerca de aquella silueta sobre la que tanto me gusta planear. La brisa puntea cada una de las arrugas que se dibuja en tu rostro cada vez que sonríes. O te ríes. El faro ilumina a escondidas y a intervalos de 15 segundos cada uno de los rincones más recónditos del cuerpo sobre el que la arena hace de colchón.

Y me invitas a bañarme a oscuras. Y a escondidas. Y entre dos. Y entonces te digo que prefiero el sabor del salitre sobre tu espalda. Y entonces me dices que siempre vivo a cámara lenta. Respondo que lo hago en tecnicolor pero que tienes la complejidad propia del cálculo infinitesimal para dejarme en blanco y negro.

Rebobino y me disperso dejando siempre versos inconexos.

Hemos perdido el billete de vuelta a nuestras camas. Y sugieres hacer fuego. Y me rozas como por error. Pero sonríes. Y te beso como por amor. Y te pido perdón.

Bailamos, pero me pisas los pies. Te digo que no pienso recoger tus pasos y al oído me susurras que tú tampoco piensas recoger la ropa del suelo. Enciendes las velas. Bajamos las luces. Empieza Febrero.

Y es que cuando me rozas, prendo fuego al mar.

martes, 16 de agosto de 2016

Im/politicamente correcto.

Si no se modera tu orgullo, querido Pedro, él sera tu mayor castigo.

Porque vuestra fama es como la flor que brota y muere; y la marchita el mismo sol que la hizo nacer de la acerba tierra.

Y es que no menos que el saber, debiera placerte el dudar. Pero tú no dudas. Tremenda osadía, la mia.

Porque España necesita dejar aquí y ahora todo el recelo.
Toda cobardía es necesario que muera aquí.

Porque no hay mayor certeza la de que la raza humana se encuentra en la mejor situación cuando posee el más alto grado de libertad.

Y buscarla - la libertad - es un don tan preciado como sabe quien por ella dé la vida.

Y aunque aprendido debieras de tener ya que el hombre debe siempre que pueda, cerrar sus labios antes de decir una verdad que visos tenga de mentira, bien aprendido tienes ya que, siempre la confusión de las personas principio fue del mal de la ciudad.

El caso es que de España hablaban así, cuando el sol no se ponía en nuestro imperio:
                     " Tan gentil es el porte de mi amada - España - tanto digna de amor cuando saluda, que toda lengua permanece muda y a todos avasalla su mirada".

Y es que no hay mayor dolor que recordar los tiempos felices desde la miseria.

El caso es que cuando el sentido común le dice a un Españolito que viene al mundo "nunca más", el subconsciente sonríe mientras piensa, "ya veremos".

Pero aún en tiempos de zozobra nacional, sigo creyendo a pies juntillas en aquella dedicatoria que el gran Pérez Reverte esbozó sobre aquella "Piel del Tambor" que de adultescente leí y que hoy suscribo:

                    " Mientras haya una taberna en la esquina, una frasca de vino y media docena de camaradas leales, España seguirá mereciendo la pena".

¿Porque qué importo la suerte de Julio César cuando la que estuvo en juego fue la del Imperio?

viernes, 29 de julio de 2016

Fue un placer.

Se desnudo en frente de mi de la manera más erótica posible.
Sin tapujos.
Se desabotonó los prejuicios.
Se quito los miedos.
Se dejó ver los recuerdos.

...

Pero no fue su desnudez.
Fue sólo el placer de haberla probado.

...

Y aunque esa fue la primera vez que hicimos el amor, hacía mucho tiempo que veníamos haciéndolo.
Amor con miradas, con sonrisas, con roces, besos a escondidas. Amor del que pinta tatuajes y deja cicatrices. De esos que duelen en la piel.
Amor de los que hay que vivir hasta morir. Si, amor así. Amor del nuestro, amor del bueno.

A bocanadas.
Al tirón y por derecho.

Tenía mucho de lujuria en sus labios.
Me encantaba besarnos. Pero no en privado.
Los espectáculos como ella lucen más en abierto.
Y el mundo era mejor contigo ahí afuera.
Bailando.

Y que me queme tu piel como el sol lo hace con la tuya en la arena del puntal.
Pero que jamás lo hagan tus palabras.

Y es que lo peor del amor cuando termina son las habitaciones ventiladas.
El sístole sin diástole, sin dueño.
Condenar a la hoguera los recuerdos.
Las golondrinas muertas sobre la almohada.

Cuando al punto final de los finales,
no le queda un par de puntos suspensivos.

Y es cierto que podría ponerme digno y decirte:
"Toma mi dirección cuanto te hartes de amores baratos de un rato...me llamas".

Porque aún a sabiendas de que todo era un error...
Fue un placer cometerte.

martes, 26 de julio de 2016

Consejos de una madre.

- Ella tenía razón. Nunca se veía bonita. Se veía como si fuera arte, cuando el arte nada tiene que ver con verse bonito. El arte tiene que ver con hacerte sentir algo. Y, naturalmente, cada uno tenemos nuestros propios "algos".

-¿Era guapa?
- No lo sé, pero se comportaba como si lo fuese.
-¿ Era elegante?
- La elegancia sólo es alguien que no pretende ser más de lo que realmente es. Y recuerdo que ella, siempre sonreía como si pidiera permiso. Y yo siempre se lo daba.

-¿ Y cómo me ves tú a mi?
- Como un misterio.
- Ese es el cumplido más raro que me han hecho nunca.
- No es un cumplido. Es una amenaza.
- ¿Y eso?
- Los misterios hay que resolverlos, averiguar qué esconden.
- Pues a lo mejor te decepciones al ver lo que hay dentro.
- A lo mejor me sorprendo. Y tú también.

Y es que llega un momento en que es necesario abandonar las ropas usadas que ya tienen la forma de nuestro cuerpo y olvidar los caminos que nos llevan siempre a los mismos lugares.
Es el momento de la travesía. Y, si no osamos emprenderla, nos habremos quedado inevitablemente al margen de nosotros mismos.

¡Vive, joder! ¡Vive!
Y si algo no te gusta, ¡cámbialo!
Y si algo te da miedo, ¡supéralo!
Y si algo te enamora, ¡agárralo!

Porque "tengo que", nunca es un buen comienzo. No hagas nunca nada que empiece con esas palabras.

Porque quién sabe si el recuerdo puede realmente prolongar las cosas, entrelazar de nuevo sus piernas, abrir de nuevo las ventanas de aquella habitación en la madrugada, peinar su cabello después de un baño en el puntal, resucitar su olor, su tacto,su piel.
Aunque el día que se fue, entendí que no la volvería a ver. Iba teñida de rojo por el sol de la tarde, por el crepúsculo ensangrentado de aquel cielo color carmín. Sonreía.

Porque en mis años más jóvenes y vulnerables, mi madre me dio un consejo: "siempre intenta ver lo mejor de la gente".

Y en esas estoy. Intentando vislumbrar, al menos, la silueta de aquella que ya se fue.



miércoles, 22 de junio de 2016

"Help yourself."

Ese momento, casi siempre tarde, cuando comprendes que era a ti a quien deberías quererte. Y sin embargo, siempre que lo haces, ese amor llega justo a tiempo. 

O ese instante de felicidad cuando consigues algo importante y quizás te ha costado un gran esfuerzo y no las tenías todas contigo de que serías capaz de conseguirlo. Pero sí, lo has logrado. Y te sientes un campeón, pero uno de esos que ganan en secreto, corriendo de noche en una pista desierta, sin público.

Huele a cielo azul. A un verano eternamente distinto. Mejor que el anterior y peor que el próximo. Huele a ir a por todas. De cabeza y con el alma. A tormenta salada. A noche sideral, a tormentas calurosas sin vientos, a nubes de algodón, a escopetas de feria. A paseos de madrugada creyéndonos invencibles. Y lográndolo. Huele a revolución sexual. Huele a rebeldes con la mejor causa del mundo. 

Que llegue quién tenga que llegar...
Que se vaya quién ya no quiera estar...
Que duela lo que tenga que doler...
Que pase lo que tenga que pasar...

...

Pero que pase.




martes, 24 de mayo de 2016

Andalucía. Tierra de grana y oro.



Un toro y el caballo. Y la vida, sin reloj, sin horario, sin fecha en el calendario.
La lluvia y su olor a tierra mojada.
Los atardeceres con sus farolillos. El viento y la historia, pasada.

La dehesa con su inmensidad.
El toro con su honestidad.
Los pastos rebosantes de vida. Ilusión. Y pasión.

El sur y su embrujo andaluz.
El punteo de su guitarra. El duende de esa mirada que encierra arte y tradición.
El sur y su traje de luces. El sur y sus mujeres, con sus trajes de lunares.

El cadencioso vaivén de unas alforjas al galope.
Pura raza.
Pura vida.

Amaneceres al refugio de la lumbre.
Atardeceres al relumbre del zarcillo de bellas muchachas.

Mi musa, la andalusí.
Por la que tantas lunas recorrí.
Por la que tantos soles defendí.

Aquella que exprime mi mas pura esencia.
La que enciende su sola presencia con una sevillana y ¡olé!
La misma por la que, en otras guerras, ya lloré.

Andalucía.
Eres bella, eres pura. Eres Virgen de las Armarguras.

Andalucía.
Eres fuego, eres campo. Eres fino y manzanilla.

Andalucía.
La misma a la que, cada noche, sueño que hago mía.

¡Anda, Lucía!

lunes, 2 de mayo de 2016

Amarte lleva parte de tu nombre.

Y comprender que tal vez, amar es otra cosa. Es sentirse ligeros y libres. Es saber que no pretendes apropiarte del corazón del otro, que no es el tuyo, que no te toca por contrato. Debes merecerlo cada día...

Aunque tú digas que tienes corazón y sólo lo digas porque sientes sus latidos. Eso no es corazón; es una máquina que, al compás que se mueve, hace ruido.

Pero hay ocasiones en que no ves. No ves las cosas que tienes delante cuando lo único que buscas es algo o alguien a quien seguir. Ser feliz. Una felicidad que te enfada, te distrae. Una felicidad que te absorbe como una esponja. No la ves. Sólo ves lo que quieres ver, lo que necesitas, lo que te sirve.

Y poco a poco, disipo mis dudas. Ya no tengo remordimientos, ni sombras, ni pecado. Sólo tengo unas ganas enormes de volver a empezar y de ser un poco más feliz...tengo ganas de ti. Por todo lo que me he imaginado. Por todo lo que he soñado. Por lo que deseo. Tengo ganas de ti. Por lo que sé y sin duda, por lo que desconozco.
Porque has pasado a estar en el extraño equilibrio entre lo que quiero tener y lo que me asusta tener.

Pero te pienso en las noches. Porque sólo las noches te dan fuerzas para cambiar el rumbo de tu vida. Tan sólo necesitas saber que quieres cambiar y que el amanecer no llegue pronto. Y si lo hace, que te sorprenda bailando.

Por eso y por mas, subamos el volumen de ese sudor que me entra cuando jugamos al parchís. Y bajemos las persianas para que afuera siga siendo de noche.

Sólo puedo ofrecerte un caramelo, paraguas invisibles si hay tormentas y tejer con piel de sueños tu desvelo.
Pintarte un mar con olas y pecas, bajar tu falda sin subirte el velo.

Amarte como se aman lo amantes.

Porque un corazón sin cicatrices, no es un corazón vivido.

lunes, 11 de abril de 2016

Capítulo XII. Los 3 dólares de aquellos años..

-" Estoy planeando mi tatuaje más ambicioso" - le dijo mientras acaba de saborear la taza de té que ella le había traído de su último reportaje en tierras persas.

-" Sabes, mi padre era muy fan del jazz. Escuchábamos grandes clásicos, uno detrás de otro, desde Dizzy Gillespie a Coltrane. El tocadiscos giraba en mi habitación y cuando entendía bien los ritmos, siempre le preguntaba qué era eso. Anotaba el nombre en un trocito de papel y salía a la tienda del barrio en busca de los discos que había apuntado de la colección de mi padre. Los escuchaba a todas horas y los cantaba como se me ocurría. Así era como me fundía la paga de 3 dólares de cada semana.
La música me permitía ser sincero. Hasta el punto que, a día de hoy, hay canciones que me niego a cantarlas porque me parecen muy duras".

"Todo lo que puedo ser para ti es una oscuridad que los dos conocemos bien. Así que haznos el favor de coger el próximo avión y disparar con tu cámara como si lo hicieses contra mi. A bocajarro."

Sophie se dio cuenta de que en una guerra civil -el amor lo era-, la primera baja era la de la justicia. -" Siempre te dije que la integridad personal es como una espada. No debería blandirse hasta el momento de ponerla a prueba, pero tú siempre apoyas tu mano en la empuñadura".-

-"Te juro que nunca he querido hacerte daño, Sophie".
-"Pronunciar un juramento es poner tu alma en peligro. Jamás vuelvas a hacerlo conmigo a menos que prefieras morir a quebrantarlo".-

Sophie solía pensar que, desde hace dos mil años, vivíamos en un mundo de dioses y diosas, pero que hoy en día el mundo sólo contaba con la supremacía de los dioses masculinos. Que las mujeres habían sido despojadas de su poder espiritual. Eso y que el peor tipo de soledad que asolaba el mundo era la de ser malentendido. Creía que podía incluso llegar a provocar que uno perdiera el contacto con la realidad...

-"Sabes, vivir contigo es como estar dentro de un cuadro de Dalí".

El portazo sonó como suena un signo de interrogación esperando una respuesta que no acababa de  llegar.

Pese a su generoso sueldo, Peter iba a trabajar en un viejo y desconchado ciclomotor. Comía lo que se llevaba en una fiambrera sobre su escritorio en lugar de acudir al comedor y compartir conversaciones con los compañeros destinados, como él, por la Agencia. Paseaba siempre por el edificio acompañado de un halo de grandiosidad y respeto. En lo suyo, era brillante. Era amable y educado. Silencioso y armado de una ética impecable. Quizás, ese fue el motivo por el que su despido constituyese, a ojos de todos, una sorpresa.

Al poco de cerrarse, el pomo de la puerta volvió a girar.
Era ella de nuevo. Sophie.
-"Dime, ¿estarías dispuesto hoy a matar a la mitad de la población, si con eso pudieses salvara nuestra especie de la extinción?"-.

Apurando las últimas gotas del té, Peter respondió:
-" El hombre llega mucho más lejos por lo que teme que para alcanzar lo que desea. El camino al paraíso, pasa por el infierno. Dante nos lo enseñó".-

-"Sophie, querida, cuando una pregunta carece de respuesta correcta, sólo queda la respuesta sincera. Siento que te duela".-

-"El perdón es el mejor regalo de Dios, Peter. Pero tú ya no entiendes de eso."-

Al cabo de unos segundos, el único recuerdo que quedó en la habitación fueron las notas de que aquel perfume francés que tan bien olía sobre el pecho de Sophie.

En aquel momento, Peter hubiera dado su vida por escuchar aquel vinilo de Gillespie titulado "Portrait of Jenny". Por eso y por la felicidad. Por su precio. Por los 3 dólares de aquellos años.


No me tientes...

Como cuando escuchas con verdadero deleite un buen disco de Amy...y te preguntas, ¿acaso hubo alguno malo?

Como cuando te apetece beber la vida con pajita y entre dos.
Como cuando caes en la cuenta de lo magnífico de la vida.

Como cuando un "help yourself" sonó mejor que el mejor rompiente de olas al atardecer.
Como cuando saboreas el salitre de la marinera y la confiesas que nunca podrás vivir lejos de ella.

Como cuando te sientes con fuerza para que te vuelvan a crujir el corazón en dos.
Como cuando piensas en alguien e inevitablemente sonríes un "no estuvo mal"-.

Como cuando busco la más absurda de las excusas para escribirte.
Como cuando te pregunto qué tal y la respuesta no merece los nervios de la tensa espera.

Y es que, en cierto modo, la vida es como el buen jazz...es mucho mejor cuando improvisas. Cuando dices que sí cuando realmente querías decir no. Cuando te atreves a llamar en vez de a escribir. Como cuando galopas en vez de trotar.

Dijo alguna vez Machado que las únicas cosas que Estados Unidos había dado al mundo eran los rascacielos, los cocktails y el jazz.
Y es que, si pudiese retroceder el tiempo volvería a los sesenta y saldría por ahí con Lou Rawls, Marvin Gaye, Ray Charles...

Tus caderas bailarían sudando "teach me tonight" y mi cintura le diría a la tuya: -"pégate más".
Luego recogería tus pasos por la habitación y te invitaría a desayunar el amanecer más íntimo de cualquier buffet de hotel de medio pelo.

Recorrería el mundo en mi VW de color estridente. Con mi perro. Con Curra, sí. Seríamos trotamundos del asfalto. Seríamos Bonnie and Clay...tú también podrías venir.

Seríamos felices.
Añado.
Seríamos más felices.

Así que no me tientes.
Porque si nos tentamos, no nos podremos olvidar.









viernes, 8 de abril de 2016

Con la uve de tus granos.

No todos los niños tienen la constancia y la valentía de escarbar hasta dar con la bondad. Por eso, la proyección de la culpa evita asumir la responsabilidad de los propios actos. El problema siempre es de los demás, que no los entienden.

Al menos, eso musita Kafka en su "Carta al padre".

Una edad.
Ni tan joven ya, ni todavía viejo. Una edad rara -dicen -, seria. Una edad gris. No lo sé. Suficiente, eso sí, para que a veces sientas que los mejores días ya han volado. Y lo que es peor aún, que no fueron tan buenos como nos prometieron.

Creo que ya sólo me quedan amores agazapados en la oscuridad. Amores que no pueden ser eternos, ni mucho menos perfectos a los ojos de la gente "normal". Pasiones que se viven, para después matarse, en callejones que no hablan, que no pueden gritar como nosotros. Que se viven en unas cuantas horas que le robamos a nuestra propia realidad.

Porque ya sé que la vida es un ir y venir de girar pomos.
Ya sé que son malos tiempos. Que los hijos han dejado de obedecer a los padres y todo el mundo escribe libros...
Que es tanta la crisis, que hasta lo prometido es deuda.

Porque me gustaría decir que te quiero sin miedo a lo que la gente dijera por ahí...que te quiero con granos y también sin ellos.

Y es que, quizás, antes que el turismo prefiero el tú mismo.Viajar, sí. Pero no hacia los lugares, sino hacia las personas. Partir hacia alguien. Tú, por ejemplo. Perder mis maletas, sufrir tus retrasos y en la medida de los posible, no acordarme jamás del billete de vuelta.
Tengo comprobado que es la mejor forma de viajar en primera.

Porque a veces sientes que, con ella delante, el sol calienta más de lo que sus posibilidades le permiten en primavera.

Será por eso por lo que, es en las noches de Diciembre, cuando el termómetro está a cero, cuando más pensamos en el sol.

martes, 1 de marzo de 2016

Sangre y costal.

Cuaresma. Época de penitencia, de túnicas y capillos. Época que huele a incienso y suena al raseo de los hermanos al son de las trompetas.

La banda empieza a tocar, suena el himno y al grito de, ¡Hermanos, cubríos! comienza la puja. Rezas y pides por los que ya no están. Por Curro y Tatá. Por los que lo necesitan y por lo que quieres de verdad (el pretérito indefinido también vale).


No recuerdas lo que pesaba y pronto caes en la cuenta de que el año pasado lo pasaste mal. Sufres como Él sufrió. Pero llevas a hombros a tu Cristo, a tu Virgen. Y eso, bien merece la pena. En cuestión de milisegundos, recorren tu cabeza caras con nombre y risas sin apellidos. Aprovechas la falta de identidad que te otorga el capillo para dejar escapar alguna lágrima, alguna emoción y con la mirada en el cielo, suplicas poder salir el año que viene.


El olor a morcilla cuando sales por el húmedo, el Salmorejo del Camarote, el luto por el funesto Morán, las patatas del Burgo...la Semana Santa que de pequeño temía y de algo más mayor amo.

Túnica, capillo y emoción. Asi defino yo a mi León.

¡Qué sea Enhorabuena!





domingo, 28 de febrero de 2016

Cuando no me ves.

La luna estaba más alta. Flotaba sobre el suave tapiz de aguas que bañaba la bahía. Había un leve reflejo de escamas de plata, que temblaban con sarcasmo y elegancia al son del punteo de las olas contra el espigón. Aquel sobre el que alguna vez amé y otras prometí odiar.

Recuerdo como por un momento, el último rayo de sol cayó con romántico afecto sobre su rostro radiante. Con su voz, armónica y melosa, me obligó a inclinarme hacia delante, sin aliento, mientras la escuchaba...entonces se fue el brillo y cada uno de los rayos abandonó su rostro con reticente pesar, como dejan los niños una avenida animada al llegar la oscuridad. Me besó sobre aquel espigón y descubrí que, de madrugada, sus besos sabían mejor.

Con una especie de emoción vehemente, comenzó a sonar en mis oídos una frase: "recuerda esta noche porque marca el principio de la eternidad". De vuelta a casa recordé que, además de ser maleducadamente atractiva, leía a Dante, como yo.

Pero su corazón se mantenía en constante turbulencia.

Durante un instante, una frase trató de formarse en mi boca y mis labios se separaron como los de un mudo, como si hubiera más batallas en ellos que el mero jirón de aire asombrado. Pero no emitieron sonido alguno. Y aquello que estuve a punto de recordar, quedó incomunicado para siempre.

Su corazón comenzó a latir con más fuerza a medida que me acercaba más a ella. Sabía que en cuanto la besara y atrapara su perecedero aliento, mi mente dejaría de vagar inquieta, como la mente de Dios.

Pero el tiempo hizo que nos marchásemos sin una palabra. Expulsados, convertidos en algo pasajero. Aislados, cual fantasmas, incluso de nuestra piedad. Y es entonces cuando te das cuenta de que, el deseo de tocar el cielo con la punta de los dedos sin que el sol te queme las alas, era del todo imposible.

Y aunque sé que todavía podría encender un par de lunas sobre tu espalda, prefiero quedarme con el recuerdo de aquella que tú encendiste sobre mi cama.

Sólo he querido de verdad a un puñado de personas en mi vida. Y los atesoro como si en ese puñado cupiera toda mi vida. Mi mochila de los viajes.

La que, Si Dios quiere, dentro de poco me tocará volver a llenar.
Porque el destino suele estar a la vuelta de la esquina: como si fuese un chorizo, una puta o un vendedor de lotería. Esas son sus tres encarnaciones más socorridas. Lo que está claro es que nunca reparte a domicilio. Siempre hay que ir a por él.

"Porque el día que el presente sea ya historia y las aguas se nos calmen de una vez, entenderás en mis silencios tantas cosas...las que ahora escribo cuando no me ves".

Fin.



lunes, 1 de febrero de 2016

Siempre el plan ve.

¿ Y si se cumpliera aquello que Nietzsche tanto prometió de que acabaríamos viviendo la misma vida de nuevo?

Habría labios en los que me gustaría volver a vivir, heridas que me gustaría volver a coser y relojes a los que maldicería una y otra vez.

El caso es que nos hemos acostumbrado demasiado a los días grises. Quizás un día pruebe a atracar un banco, a sacarle la lengua a los que me miran mal por la calle, a quitarle un caramelo a un niño, a sonreir a la cartera o a entrar en alguna de esas casas abandonadas de Reina Victoria que me tientan con su polvo y sus ventanas tapiadas.

Tenemos y debemos reaprender a fascinarnos, a vivir en tecnicolor, a dejar el descafeinado. A saltarnos las reglas al menos una vez al día. A hacer pis sin levantar la tapa, o mejor, en la ducha. Porque joder, no tenemos tiempo. Desde que nacemos, nuestras agujas van hacia atrás y el calendario corre más que cualquier leopardo en Kenia.

No hay tiempo para nostalgias, tampoco para arrepentimientos.
Ni para pedir permiso.
Tampoco para dar una excusa convincente a la policía.

Que la curiosidad te mate.

Éste es mi único consejo de supervivencia:
No necesitas a nadie.
Pero quiere.
Quiere mucho.
Siempre por encima de tus posibilidades.

Y si no acaba de llegar, pasa al plan ve.

domingo, 17 de enero de 2016

Nuestro absurdo vodevil.

Y la vida siguió como siguen las cosas que no tienen mucho sentido.
Porque soy la vida que ya tengo.
Y quizás, ella, sea la vida que me falta.

Porque te fui queriendo a buchitos.
Despacio, con calma, con precaución.

Pero no era yo.
Decidí arriesgarme.
Y empecé a quererte como yo sé hacerlo.

Intenso, con alma, corazón.
Con vida.

Pero a veces, aunque la cuerda cortada pueda volver a a anudarse,
vuelva a aguantar, siempre estará cortada en si misma.
Y quizás volvamos a tropezar, sí,
pero allí dónde me abandonaste no volverás a encontrarme.

Y si es mejor quererte sin permiso, con rabia y al contado,
yo te querré como jamás te quiso quién más te haya marcado.
Pero anda, deja que te desabroche un botón.

Que se come con piel la manzana prohibida.

Pero si acaso piensas quererme como se quiere a un gato,
prometo largarme con la primera que a ti se parezca.

Porque siempre escuché que la curiosidad acabó matándolo -al gato-
pero nunca me contaron si lo que descubrió mereció la pena.

Que ser valiente no salga tan caro,
que ser cobarde no valga la pena.

¿Qué importa que nos acabemos de conocer?
Así podrá jugar el azar también su papel.

Que todos los catorce de Febrero lloren contigo.
Y si el corazón pregunta el porqué de tu soledad
pide en la farmacia pastillas para no llorar.

Y si quieres quererme, voy a dejarme querer.
Pero si estás dispuesta a odiarme, no me tengas piedad.

Porque serás todo lo guapa que quieras,
pero dime...
si el mundo fuera ciego,
¿a cuánta gente impresionarías?

Porque conmigo no cuenta el porvenir
pero de ti no se acuerda el verbo amar.
Porque yo no juego para perder
y tú haces trampas para ganar.

Así es nuestra partida de ajedrez.
Un vodevil con una partenaire
adicta al jaque mate.







martes, 12 de enero de 2016

Nuestro tóxico letargo.

El mundo se despedaza.
Y nosotros con el.
Vivimos en un descorazonador suicidio permanente.
Presos del televisivo zarpazo de la más burda vulgaridad.

Creo a pies juntillas en la mediocridad del ser.
Siempre del humano.
En su astuta inteligencia para tropezar con la misma piedra.
En la pérdida de valores.

Creo en la moral como tarjeta de visita.
En que, cada vez, tienen más sitio los idiotas.
En que hay algo de bondad entre toda esta miseria.
En Dios.

Miro al mundo y me siento como un triste peón de ajedrez.
Olvidado en un rincón del tablero mientras a mi espalda, la batalla.
Permanezco erguido y me pregunto:
¿Quedará algún rey vivo al que servir?

"Y es que la historia sólo está muerta para los imbéciles.
O para los que gallean de nación pero no comparten la palabra.
Aldeanos que por defender su memoria, niegan la de otros.
La memoria que por lo general, común es casi toda".

El mundo.
Y su historia.
Algo así como la "Primavera de Vivaldi" silbada por Jack el Destripador en plena faena.
En tono bajito, casi íntimo

Madaya muere de hambre.
Africa de sed.
El mundo se hunde y no quedan más que unos pocos vestigios de ingrata humanidad.
Porque triunfamos, sí. Pero siempre habrá un iceberg esperando a su Titanic.

Vidas aún por descubrir ahogan sus esperanzas en macabras singladuras.
Fanatismos que matan en nombre de dioses que no existen.
Vidas truncadas por cheques al por mayor.
Tierras en las que es más importante comer que respirar.

¿Cuál es el motivo? ¿que soy cristiano?
¿Acaso el cristiano no tiene órganos,sentidos,pasiones?Si lo pinchan ¿no sangra?
¿No tiene calor en verano y frío en invierno? ¿No se ríe si le hacen cosquillas?
Si nos hacéis daño ¿no nos vengaremos?

El mercader de Venecia. Shakespeare.
Donde el acreedor era judío. Y las deudas libras de carne.
El teatro ya no es tal y ahora, la sangré corre a raudales.
Porque siempre habrá Torres Gemelas de NY, "Troyas" y caballos de madera, bárbaros y también Constantinoplas.

Pero siempre nos quedará París.
Y el amor.
Aunque "Je ne suis pas Paris".
Yo sólo soy de mi padre y de mi madre.

Dice mi sombra que ya no nos parecemos.
Que por más que me sigue, no cuadra el paso.
Que ahora encajo con otra.
Que tiene celos, dice.

Tendré que regalarle una margarita.
Pero sin pétalos.
Para que nunca sepa si la quiero o no.
Para que dude.

Como, a veces, lo hago yo pero de este enfermo mundo.

"Lo siento por los que te usan de trinchera.
Por los que no entienden que giras en círculos.
Por los que no ven que te alejas y vuelves,
como una noria que mira al cielo".







lunes, 11 de enero de 2016

Ojalá algún día te equivoques.

Mi último refugio, mis libros, son placeres sencillos.
Exactamente igual que atravesar un río a lomos de tu caballo.
O que un amor correspondido.

El caso es que hace falta ser listo para ser complicado.

Y en esas estamos.

Pero me enamoré de su carácter misterioso. Me pareció terriblemente atractiva. Sí, suponía que en un mismo "te quiero", podía ser Jekyll y a la vez Mr Hide. Y que con una simple mirada, el silencio era suficiente para hablar, pero sólo se limitaba a estar ahí, con una sonrisa en la cara, sin decir una palabra.

Pensaba en los demás pero no era abierta; era apasionada pero era dura; era una chica buena, divertida y maravillosa.
Y te quise.
Pero era insoportable.

Florencia.
Siempre le había fascinado.
A mi también.

Esa era la ciudad en cuyas calles Miguel Ángel había jugado de niño y en cuyos estudios había nacido el Renacimiento italiano. La ciudad cuyas galerías atraían a miles de viajeros para admirar "El Nacimiento de Venus" de Botticelli, "La Anunciación" de Leonardo o el orgullo de la ciudad de los joyero: "El David". La ciudad en la que Dante escribió que "los lugares más oscuros del Infierno están reservados a aquellos que mantienen su neutralidad en épocas de crisis moral", como si tratándose de un profeta, vislumbrase la moral exquisita y obsidiana de la que gozamos hoy en sociedad. Porque en tiempos peligrosos no hay mayor pecado que la pasividad.

Y resulta que como en su comedia - la de Alighieri - la revelación divina simplemente significa que tu cerebro oiga lo que el corazón ya sabía. Es el conflicto que en la antigüedad ya gestaron Apolo y Dioniso. El famoso dilema mitológico. La vieja batalla entre mente y corazón que, rara vez quieren lo mismo.

En noches de insomnio y despedidas solíamos viajar a Venecia. Pocas experiencias son más placenteras que subir, preferiblemente de noche, a bordo de un Vaporetto y sentarse al aire libre a ver pasar iluminadas las catedrales. Amábamos la ausencia del ruido de motores en sus calles; en cambio, podíamos escuchar un inusual tapiz de voces humanas, arrullos de palomas, misas en latín y cadenciosos violines que perseguían endulzar la triste sombra del puente y sus suspiros.
Porque el alma necesita emoción. Por eso nunca deja de buscar combustible. Bueno o malo. En nuestro caso daba igual.

Pero al volver a la cama, acabábamos siempre por dar la razón a Malthus y sus teorías. Siempre creí que la frase que tanto me repetía, la había aprendido de alguno de esos libros que, de vez en cuando, le gustaba ojear entre cigarros: -  "el camino actual conduce a la destrucción. El crecimiento de la población es una progresión exponencial en un sistema de espacio finito y recursos limitados. El final llegará de forma abrupta". -

Y aunque la frase albergaba el más oscuro de todos los caos del Universo, ella conseguía revestirlo de un halo de absoluto erotismo.
Yo sólo acertaba a replicar en esas ocasiones que, cuando el mundo estuviese repleto de habitantes, se purgaría a si mismo.

Pero en verdad nunca nos paramos a reflexionar acerca de las teorías más metafísicas de la historia. Quizás porque nuestra mente bloquea todos nuestros miedos existenciales y se centra en cuestiones que podamos afrontar, como llegar a tiempo al trabajo o pagar, religiosamente, nuestros impuestos.
Como si al nadar por un oscuro túnel, llegase un momento en el que ya no tienes suficiente aire para deshacer el camino. Como si la única posibilidad fuera seguir nadando hacia lo desconocido y rezar para encontrar una salida.

Porque aunque la ciencia me diga que Dios existe y la mente que nunca lo comprenderé, el corazón me habla de alguien que, aún estando más allá de los sentidos, se sienta todos los días cerca de mi.

Sólo es cuestión de que el cerebro oiga lo que el corazón ya sabe.

No el mio, sino el tuyo. Porque lo único que espero a día de hoy es poder coincidir contigo, eme, en algún café de Madrid, leer un rato a Neruda, guiñarnos los ojos, escuchar algo de música vieja y desgastada y esperar, entre alguna que otra risa, que te equivoques y me digas "te quiero".